domingo, 25 de abril de 2010

Cueva del Agua

Este domingo 25-4-210 quedamos en El Burgos Juan Carlos (El portador del anillo), Paqui (La Reina del Chocolate) Pili (La Dama del Alhorí) y yo, vamos a hacer una rutita circular, desde los Sauces a Cueva del Agua, pasando por el Puerto Camareta, Puerto Huartes y llegar a los Sauces.

Quedamos a las 11:00 en la entrada del pueblo y de aquí salimos hacia el Área Recreativa de los Sauces (En la entrada del carril de la Fuensanta los Sauces).

Si vienes de Ronda a Yunquera, cuando pases El Burgo, a unos dos o tres kilómetros a la derecha.

Llegamos al antiguo convento de las Nieves, donde comienza la ruta entre pinares, cedros, cipreses y pinsapos.

El aroma de las alhucemas nos acompaña en todo momento. Tomamos la senda pasando por la entrada de la antigua mina, hoy en día cerrada.

El sonido del viento se deja oír en la ladera como oleaje rompiendo en las rocas...

Vemos los numerosos respiraderos de la antigua mina, y en lo alto de la montaña la entrada de una de las cuevas.


Seguimos hacia el Puerto de Huartes pasando por la cueva de la Paloma.

La vegetación embellece el paisaje, solo ensombrecido por una gran cantidad de pinos talados.

La senda continúa hasta la primera fuente antes de llegar a la Cueva del Agua, en la que hacemos un alto para reponer fuerzas y contemplar el paisaje.





Observamos el Pico del Jarro mientras desde el aire nos vigila un águila.


Continuamos por un empinado sendero hacia el puerto de las Camaretas, bajo nosotros la cañada de la Encina y el pinsapar de Cubero.

Desde lo alto vemos el convento de las Nieves entre pinos, pinsapos y olivos.

Otra de las fuentes del recorrido.
Otra de las entradas a las cuevas.
Frente a nosotros el Peñón de Ronda entre los jóvenes pinos y los antiguos pinsapos destruidos por el incendio.

Pasamos por la tercera fuente, la del hornillo, en la que el canino de nuestro amigo decide darse un baño refrescante.

En el recorrido hacia las arenitas podemos observar la repoblación de pinos en la zona devastada por el incendio.

Llegando a la casa de Huarte, podemos contemplar cómo se refrescan las ranas en la alberca dedicada al regadío de los cerezos.


Ya sólo nos queda continuar por el carril hasta los vehículos, en total han sido unos 14 kilómetros y 7 horas de recorrido.

lunes, 19 de abril de 2010

Jbel Tidghine

16-17-18 de Abril de 2010

Este fin de semana, por fin, después de varios aplazamientos por las tormentas de este invierno, quedamos un grupo de montañeros de Pasos Largos para ir a Marruecos, subiremos al Jbel Tidghine, 2458 metros, en la cordillera del Rif, en el norte de Marruecos.

 
El encuentro es en el puerto de Algeciras. Cuando llegamos Juan Luis, Mati, Pili y yo, ya están todos preparados para la aventura, cogeremos el barco que nos cruzara el estrecho, en Ceuta, donde nos espera el autobús que nos llevara a Ketama.

 
Después de los trámites para cruzar la frontera, comenzamos el viaje hacia Ketama, el recorrido dura unas 4:30 horas, un recorrido lento porque la carretera se encuentra en mal estado por los numerosos desprendimientos que ha tenido por lluvias.

 
Llegamos a las 12 de la noche, hora Española, y nos alojamos en el hotel Tidghine en Ketama.
Por la mañana, después del desayuno, ya nos esperan los furgones que nos desplazarán hasta el comienzo de la ruta, la Aldea Azilah.
 
Por el camino vamos viendo como la cordillera se alza majestuosa. Se trata de una cadena de montañas que corre paralela al Mediterráneo y que, muy probablemente, estuviera unida en tiempos remotos a la cordillera Penibética. El Rif alcanza alturas superiores a los 2.500 metros en su parte central y tiene numerosos picos por encima de los mil quinientos metros. Son montañas de roca caliza, bravías, con altivas cimas y valles y guarda en su interior extensos bosques de Acebos, Cedros Atlánticos, Encinas, Alcornoques, Centenarios Algarrobos y Abedul. Pero el Rif es sobre todo una de las zonas más desconocidas de Marruecos.
 
El paisaje que contemplamos sería perfecto si no viéramos tanta basura esparcida a lo largo de todo el carril. Casi al final del camino a nuestro furgón se le parte la correa de distribución, lo que hace que nos repartan en los otros dos furgones. Ahora, como sardinas en lata, seguimos hasta donde los vehículos no pueden continuar.

 
Empezamos la subida entre plantaciones de marihuana, podemos ver las numerosas casas convertidas en secaderos, prácticamente todo el pueblo se dedica a esta peculiar actividad.

Entre pinsapos y cedros se ve al fondo la cumbre del Tidghine.
 
Las nubes hacen su aparición, cubriendo la montaña en momentos.

 
Tras un descanso para esperar a los más remolones, continuamos hacia la cumbre, pasando por la poca nieve que ha quedado del invierno.

 
Entre rocas y alcornoques, por fin, aparece la cumbre.
 
Otra cumbre conquistada.
 

La niebla nos impide admirar el paisaje, unas fotos para el recuerdo, un tentempié para reponer fuerzas y a comenzar la bajada hacia el carril por donde rodearemos la montaña hacia el punto de encuentro con los vehículos.
 

La segunda noche la pasamos en Xauen, un pueblo de extraordinaria arquitectura que se asienta en la ladera de la montaña.
 
 Es el más conocido, junto con numerosas aldeas y "douars", agrupaciones de casas dispersas por todo el macizo, caseríos y poblaciones que guardan costumbres ancestrales en medio de un paisaje exótico y único a escasos kilómetros de nuestra tierra.
 
Por la mañana intentamos hacer el recorrido de la Gran Cascada, nos encontramos el carril repleto de barro y los todoterrenos que nos llevan se deslizan por el barro y no podemos continuar.
 
 Tenemos que dar la vuelta y buscar una ruta alternativa, en la que nos encontramos al llegar que un desprendimiento ha sepultado el pueblo y ha taponado el rio inundando la central eléctrica, nos bajamos y proseguimos a pie entre los escombros de las casas y el barro.
 
 
Entre la pendiente, el barro y la lluvia, el camino se hace cada vez más peligroso, así que decidimos dar la vuelta y dejar por imposible la ruta.

 
 Quien siente la montaña no necesita explicaciones y mientras existan paredes, agujas y aristas, habrá quien las escale, disfrutando de lo que hace, aunque no comprenda exactamente el por qué.
Josep Manuel Anglada