jueves, 29 de octubre de 2009

El Mulhacén, Techo de Granada.

11 - 10 – 2009
El Mulhacén; Techo de Granada
Ubicación: Sierra Nevada (Sistema Penibético)
Altitud: 3482Mtro.
Desnivel: 1300Mtro.
Duración: 7 ½ hora subida y 4 ½ hora bajada
Dificultad: Alta a Muy Alta
Fecha: 11-10-2009

Sierra Nevada se levantan sobre la ciudad de Granada resaltando la belleza de la antigua ciudad nazarí. Las cimas del Veleta, La Alcazaba y el Mulhacén, tan visibles y cercanas desde el barrio del Albaicín, invitan a ser conquistadas a aquellos que quieran aventurarse en el territorio de la alta montaña andaluza.

El Mulhacén, con 3.482 metros, es la montaña más alta de la Península Ibérica, el corazón de Sierra Nevada, elevándose por encima de otras cumbres pirenaicas de renombre y haciendo de Sierra Nevada la segunda cadena montañosa más alta de Europa Occidental después de los Alpes. El ‘techo’ de la España continental no está solo.

La Alcazaba, el Pico Veleta, el Picón de Jeréz, el Cerro de los Machos… dos docenas de picos y cimas forman un cordal montañoso de ‘Tresmiles’ que, de Este a Oeste, corre paralelo al Mar Mediterráneo.

Salimos de Capileira, recorremos los 11 kilómetros que separan dicho pueblo de la barrera de control cuentan con la mitad del trayecto sin asfaltar. Este tramo parte de Capileira por la misma carretera de acceso y, tras varias curvas muy cerradas, se convierte en pista de tierra que sigue subiendo en zigzag para atravesar un pinar y alcanzar una explanada en la que se encuentra una caseta y la barrera desde la que iniciamos la ruta a pie.

Tras pasar la barrera, la pista continúa un buen trecho bajo el pinar, para asomarse después al barranco del Poqueira con el Veleta como telón de fondo, justo antes de buscar la ladera oriental del morrón de Prado Llano, donde los piornales y retamales dominan el paisaje allí donde las rocas desnudas no imponen sus designios. A un par de kilómetros (8,8 desde la barrera) a la derecha de la pista y en la cota de los 2.700 metros, se encuentra el denominado mirador de Trevélez, una explanada sobre un tajo vertical desde donde se domina a la perfección el barranco del río Trevélez, con el pueblo del mismo nombre destacando a pesar de su nimiedad en la lejanía por las formas geométricas superpuestas de sus blancas edificaciones.

Allí hacemos nuestro primer descanso para reponer fuerzas. A pesar de todo el camino que seguimos fue muy bonito, un arroyo nos hacía compañía, su agua cristalina y fría, su movimiento suave me hizo olvidar la fatiga del camino recorrido.

Seguimos nuestro camino cuando nos adelantan unos ciclistas, que se dirigen al refugio, y al fin llegamos al cartel que a la izquierda baja al refugio del Poqueira y al fondo al Mulhacén.

Seguimos con dirección a la laguna de la Caldera, el camino se nos hace largo, pero la compañía es inmejorable y se nos pasa el tiempo volando entre risas y charlas, el tiempo empieza a nublarse, las nubes oscuras empiezan a poblar la cima y nos rodean.

Tras horas de caminata y por fin a los pies del pico, el espacio que ofrece la laguna es idóneo para descansar y apreciar una vez más que nos encontramos en un lugar excepcional.

Hemos empleado unas seis horas de camino, la temperatura desciende notablemente ya que la dichosa nube por fin nos ha encontrado y nos rodea así que necesitamos echar mano de las sudaderas.

Iniciamos la subida, estamos hablando de ascender 400 metros en el breve espacio de 1 kilómetro, es decir, salvar un desnivel del 40 %. El piso no es muy malo aunque después de tantos millones de inviernos, de tanta agua, nieve y hielo, todas las pizarras están partidas y en muchas ocasiones al apoyar el pie, éste baja unos centímetros.

Cada diez minutos estamos parando hay que descansar, porque estamos acusando, no sé si el esfuerzo o la altitud, o las más de seis horas que llevamos, lo cierto y verdadero es que nos encontramos a pocos metros de la cumbre.

No se oye absolutamente nada.

La tarde está gris y las nubes bajas (muy relativo eso de decir que una nube a 3.400 metros de altitud está baja) se convierten en nieblas.

Por fin la cima del Mulhacén. Ha merecido la pena, había quien describía lo sublime como un sentimiento ambiguo, en el que se combina el respeto hacia aquello a lo que tememos y la conciencia de que podemos enfrentarnos a ello.

La nube nos rodea completamente y hay tramos en los que a un metro no se ve nada, una pena por no poder contemplar el paisaje. Otra prueba superada, el techo de la península a nuestros pies, dejamos nuestra huella.

Vive tu vida como si subieras una montaña. De vez en cuando mira la cumbre, pero más importante es admirar las cosas bellas del camino.

Sube despacio, firme, disfruta de cada momento. Las vistas desde la cima serán el regalo perfecto tras el viaje.

Comenzamos el descenso.

Cogemos por el camino hacia el descenso pero con la niebla no se ve apenas nada, con lo cual hace que nos salgamos y empezamos el descenso por donde solo las cabras se atreven a bajar, la nube cada vez más oscura amenaza con dejarnos caer una nevada, pero poco a poco vamos reduciendo metros, con dificultad y entre las piedras sueltas dejamos atrás la cima y las oscuras nubes...
Por fin las nubes se quedan atrás y abajo se acumula la niebla.
Seguimos por el sendero, después de pasar por el mirador de Trevélez hacemos un descansito para reponer fuerzas, ya casi está oscureciendo y aun nos queda un largo trecho por recorrer, el cansancio se nota en el cuerpo.
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante. Eso es lo importante, saber saborear ese pequeño instante que hace sentirte vivo.

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